Perines: En el concepto creativo de aunar ideas para luego llevarlas a la práctica y convertirlas en realidad no era un barrio más de la ciudad. Perines: Era un barrio con duende dotado de un don especial para concebir y llevar a efecto todo aquello que el elenco vecinal se propusiese.
Dicen "Que el querer mueve montañas", pues algo así debía ser el lema de aquella comunidad llena de ambiciones y proyectos unificados cuya meta era enaltecer al barrio para sentirse más identificados y expresar con ello el apasionado engendro de su alma perinense.
De esa común conjunción de ideas fundidas en la fragua del hogar familiar, y azuzadas por el soplillo de la palabra que encandila la llama del fuego juvenil, se fue moldeando el gran engendro del fútbol asociativo en el barrio. Nacida la idea del amor al arte de la pelota, al suelo que pisamos, o al árbol que nos vivifica, sirvió de semilla para hacer crecer el árbol de fluida savia que nos diese la esperanza de verle algún día repleto de hojas verdes cual símbolo crecido y cultivado por nosotros en nuestro suelo.
De izquierda a derecha: Costa J.J., Ceballos, Oria, Tinín, Genarín,Jose Mari, Chiqui, Feijóo,Costa E., Perlacia y Chiri".
Unas camisetas verdes y blancas, pegadas al tronco del latido, un balón amarillo de jareta, fueron los causantes del primer encuentro vencido al imposible a base de imaginación y colaboración comunal. De la mente desinteresada e iluminada de los altruistas Celestino Rodríguez y Julián Pelayo, saltó la chispa clarividente del candil salvador que alumbró con su aportación el oscuro túnel económico que obligatoriamente había que cruzar si deseábamos llegar a donde se encontraba el material. Unas papeletas de papel periodístico con unos simples números negros, junto con unos pollos de plumaje rojo, con bella cresta estrellada y prestados de un gallinero particular. Fueron las primeras armas que nos dieron para la conquista de nuestro soñado ideal. Los pollos fueron presentados públicamente en sociedad junto a la farola del río, para después ser llevados a golpe de vara calle abajo para que todos los vecinos se recreasen con los atributos musieres y pectorales de los flamencos gallos.
De este continuo bregar con los desobedientes voladores partió la primera victoria moral con alas de conquista para que aquel sueño dorado se hiciese realidad. Superada la etapa de cimentación el edificio perinense se fue asentando en su base y creciendo paulatinamente hacia arriba, hasta convertirse en una sociedad perfectamente organizada. Vestirse de verde para defender el barrio, era tal honor como una ceremonia de coronación, los enfundados en tal uniforme siempre daban espectáculo y demostraban sobre el tapete sus magníficas cualidades deportivas. Muchos de los búcaros disputados en buena liz fueron a parar a las vitrinas de Genaro.Trofeos que llegaban al barrio entre cánticos de emoción como aquel que decía: "El barrio nos espera, la gente ya grita, los pies al balón, y el cuerpo en tensión. Chuta, chuta. Perinés Campeón".
La blusa o la camiseta, el triángulo y su balón, fueron el ritual idílico de una manera de sentir y vivir queriendo al ideal. Uniforme venerado del alma juvenil, suelos y abstinencia para rendir y glorificarte. Noches en vela meditando el acontecimiento antes de entregarlo todo para defenderla. Brechas de correa. Golpes de puntera. Heridas de taco, masajes de embrocación, la cesta de mimbre, las medias, el balón, las espinilleras, las vendas, las camisetas de repuesto, el agua de limón y en las gradas el barrio entero esperando, con el corazón en la mano y en los labios la eterna canción: "Chuta, chuta, Perinés Campeón".
Del libro de Gilberto Muñiz "Perines, un renacer fecundo"
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